Las personas te decepcionan. Esperas algo de ellas (muchas veces es una imagen ilusoria que te montas en la cabeza según tus expectativas y aprendizajes previos, para qué vamos a negarlo), das por hecho que si te portas bien con esos seres humanos, ellos te devolverán la amabilidad como si fueran un espejo.

También puede ser que la imagen primera que se crea de alguien que no conozcamos sea neutra, pero, tras algunos encontronazos, se caiga en pedazos esa neutralidad y nos muestre algo que no esperábamos y que nos llega a desagradar.

Naturalmente, también hay gente que nunca se decepciona porque de primeras, ya no espera nada. Eso seguramente es debido a malas experiencias en el pasado. Pero recapitulando, esto es la decepción: esperar algo y no obtenerlo.

Es un sentimiento universal. ¿Entonces, por qué estoy hablando de esto? Bueno, como en la mayoría de sentimientos, los que sufrimos TOC vivimos las decepciones de forma diferente a los demás.

En nuestra mente rígida, las cosas deben seguir un orden. Una pauta  que no debe variar ni un ápice de lo que esperamos. Las personas deben regirse por una moral más o menos establecida que nos hace estar seguros en el mundo. El problema es que pocas personas siguen esa pauta.



Es entonces cuando la decepción de las decepciones hace que todo se desmorone. Nos sentimos mal con nosotros mismos por haber creído que las cosas serían distintas. Nos culpabilizamos de que las cosas no hayan salido según lo esperado (la mayoría de veces eso es un error). Todo lo que nos rodea carece de sentido e importancia y focalizamos nuestro pensamiento en los posibles errores que hemos cometido para que esa o esas personas nos hayan decepcionado (pudiendo llegar a obsesionarnos).

En resumen: una pequeña decepción se convierte en el centro de nuestras vidas y nos prepara para que todo lo que siga sean multitud de nuevos desengaños (cosa que no es cierta pero ya se sabe, los errores cognitivos).

A partir de entonces, empezamos a actuar diferente: somos mucho más cautos cuando nos relacionamos con los demás (bueno, aquí la menda no, pero porque una es impulsiva), sentimos que somos inferiores porque ya nos han dado de lado otras veces… Nos convertimos en “sufridores pre-relaciones”. Esto acarrea una serie de consecuencias que van desde el aislamiento social hasta la pérdida de derechos y voz cuando necesitamos expresar desacuerdo o enfado ante los demás.

Entonces, ¿cómo actuar frente a una decepción? Lo primero es pensar en frío que una decepción no es más que un sentimiento causado por unas expectativas irreales. No quiero decir que sea culpa nuestra, simplemente que nuestro cerebro ha procesado algo que no preveíamos como un “error”.

Tenemos que asumir que no sabemos cómo son los demás al 100%, no sabemos cómo van a reaccionar, no sabemos lo que están pensando ni lo sabremos nunca. Así que es mejor no montarse películas antes de que haya el estreno.

No todo el mundo es bueno ni todo el mundo se rige por las mismas pautas de cordura o moralidad que nosotros. Sin embargo, podemos aprender a vivir sin crearnos expectativas tan elevadas de los demás y seguro que así salimos ganando.

Confía en los demás, pero hasta cierto punto.