Cuando se padece una enfermedad mental es común que las personas del círculo del afectado se interesen por él o ella. A veces las preguntas surgen de forma indirecta (algunas personas no se atreven a preguntar o no saben cómo hacerlo), y otras insistentemente.

¿Cómo estás?”, “¿Estás mejor?” o “¿Cómo te va con lo tuyo?” son interrogantes que suelen repetirse a lo largo del tiempo y que muchas veces la persona con el trastorno no sabe cómo gestionar. La incomodidad (por parte del demandante y del preguntado) puede estar presente durante éstos intercambios de información. No es sencillo saber cómo abordar el tema sin ofender o agobiar, y por eso algunas personas prefieren evitar el temadel trastorno. Esto crea una cierta tranquilidad al inicio, pero al cabo del tiempo la persona con la patología puede sentirse un tanto incomprendida.

Tampoco es sencillo tener que responder a éstas cuestiones, porque muchas veces sencillamente uno mismo no sabe si está bien o no, y si no lo está, tampoco sabe cómo decirlo sin preocupar a sus seres queridos.

Es éste caso, lo más sencillo sería no responder, dejar pasar la pregunta y aprender que las preocupaciones ajenas no son propias. Esto no es sencillo, pues muchas personas con patología sienten una culpabilidad por el mero hecho de estar mal y que los demás sean conscientes de ello. Así, asumir que los demás pueden estar mal se responda una cosa u otra (o no se responda nada) no es sencillo, pero es lo más sano.

Otros aspectos muy importantes son la privacidad y la intimidad, que a veces en una casa con patología mental no se establecen bien o no se saben cuáles son los límites a respetar. Las personas con trastorno mental también necesitan estar “con ellos mismos” y pueden sentir que se les invade la intimidad si los familiares están muy encima de ellos (ya sea preguntando, observando o incluso analizando constantemente los comportamientos).

Los seres queridos “sanos” también lo pasan muy mal si alguien de su entorno padece una enfermedad mental. Esto, que a primeras puede parecer obvio, a veces se olvida o se pasa por alto. Es muy importante que se hablen de éstas cuestiones en terapia y que los cuidadores puedan desahogarse adecuadamente si así lo necesitan. Las sesiones de tratamiento también son un buen espacio para dejarse aconsejar (unos y otros) sobre los límites y necesidades en casa.