El género femenino siempre ha estado en una situación poco privilegiada (en la mayoría de culturas, y sobre todo en la nuestra). No hace falta mencionar todos los derechos que nos faltan por alcanzar, ni los avances que por suerte hemos ido consiguiendo, pese que algunos se empeñen en pararnos los pies.

Ser mujer no es nada sencillo, y serlo con un trastorno mental lo complica todo un poco más. Dejando de lado que la mayoría de patologías (físicas y mentales) se investigan mayoritariamente en hombres, y que pocas veces se tiene en cuenta que el cuerpo femenino tiene sutiles diferencias que pueden afectar al trastorno, a su evolución y a la medicación prescrita, lo cierto es que ni siquiera muchos profesionales diagnostican o tratan bien a mujeres que padecen trastornos “clásicamente” asociados a los varones (como el autismo, la esquizofrenia o la psicopatía).

A parte de todos estos hándicaps, ser mujer y padecer una enfermedad mental supone un doble estigma a nivel social. No olvidemos tampoco que ser mujer incluye per se una creencia popular muy extendida: somos inestables, histriónicas, locas, dramáticas. Cualquier queja, discusión o discurso que se salga de los estándares puede catalogarse como resultado de “esos días del mes” o de un “arrebato” femenino. Y esto es así porque aún se nos asocia como personas que tienen que estar calladas o de lo contrario, existe un problema.

El último párrafo tendría que haberse quedado relegado a los años 50, pero desgraciadamente aún hay demasiada gente que sigue con ésta creencia.

Debemos empezar a cuestionarnos lo que está pasando, y las mujeres con trastorno mental debemos reivindicar esa “locura” como algo nuestro, algo que no es malo, algo que no es peligroso ni nos hace peores. Algo que llevamos con dignidad. Debemos empezar a quejarnos si los profesionales no nos tratan bien. Debemos protestar si se nos dice que eso son cosas “de mujeres”, debemos alzar la voz y exigir más investigación, mejores tratamientos (más adaptados a las diferencias entre los sexos), más calidad humana y sobre todo, menos machismo.

Porque el machismo no está solamente presente en la salud mental, sino en la sociedad en general. ¿Empezamos a ser activistas feministas? Hasta que no haya igualdad social no habrá igualdad en patología mental.