Se acercan las fiestas más odiadas para muchas personas. ¡Jo, jo, jo, la Navidadya llegó!

Para muchas personas con trastorno mental suelen ser unas fechas complicadas por varios motivos. Primero, por las reuniones familiares (a veces uno quiere estar solo, otras no quiere ver a alguien, o no quiere que los demás le vean –y pregunten-), segundo, por las comidas (si tenemos dificultades alimentarias o ansiedad social las cosas se pueden complicar). También hay otros motivos como el recordar a los que ya no están o la “felicidad” que parece que debe embargarlo todo, aunque no nos apetezca. Y ya no hablemos del tema de hacer regalos (o recibirlos), que para muchos de nosotros este tema puede ser un rompecabezas.



En definitiva, hay un cúmulo de cosas y situaciones que convierten las navidades en un problemón del quince. Hay varias opciones a considerar:

      – No ir a los compromisos familiares. Esto está muy bien si quieres ser la comidilla de todos y para conseguir que hablen más de ti… Creo que muchos de vosotros os habéis planteado esta opción pero la habéis descartado de inmediato: a las Navidades se tiene que ir, es una “obligación” familiar y punto.
       –Ayudarse de alcohol para soportar mejor las fiestas. Esto seguramente se hace más de lo que creemos, pero no es lo correcto. Menos aún si tomamos medicacióno tenemos ansiedad… Puede ocurrir un desastre.

¿Cuáles son entonces mis “consejos”? Creo que no hay que darlos en estos casos: cada uno sabe cómo puede o debe actuar ante su familia (hay familias para todos los gustos). Lo que sí que recomiendo es que las personas con trastorno mental se “preparen” si deciden afrontar las navidades de forma “completa” (acudiendo a todas las comidas y cenas a las que se les invita, viendo a familiares que no conocen mucho, etc.).

Practicar o anticiparse a posibles situaciones estresantes es la clave para poder superar navidades, reuniones sociales, fiestas, entrevistas y un largo etcétera. Recordad que si practicamos algo muchas veces en un entorno controlado, en el “momento de la verdad” nos resultará mucho más sencillo de aplicar.

¿Esto quiere decir que debemos hacer cenas imaginarias o abertura de regalos ficticios? Pues mirad, podría ser muy divertido, pero no es necesario. Lo que sí podemos hacer es anotar en una hoja los posibles percances con los que nos podemos topar en una cena o una comida navideña…

Por ejemplo: la tía que no deja de preguntar por qué no trabajamos, el regalo espantoso que siempre nos hace el cuñado, el perro de la nuera, que siempre está paseándose por la casa y nos pone nerviosos, el dolor de barriga que nos entrará al ver toda la comida en la mesa, etc.

Una vez hayamos plasmado la lista de cosas que nos pueden pasar (que ya veréis que seguramente no pasa ni la mitad), pensaremos cómo podemos actuar para que la ansiedad o el TOC no se nos disparen. Hallar una serie de posibles soluciones puede ser complicado y largo, pero te recomiendo que te sientes un buen rato a hacerlo… Piensa que estarás “practicando” a manejar tu ansiedad mientras estés haciendo la tarea, con lo que, seguramente, una vez estés en “la situación real”, la vivirás de forma más tranquila.

Una vez hecho esto, seguramente tendremos opciones como: buscar a alguien que esté junto a nosotros para sentirnos tranquilos cuando nos pregunte nuestra tía, practicar ante el espejo el “gracias” que le diremos al cuñado, pedir amablemente a nuestra nuera que vigile al perro puesto que nos pone nerviosos o servirnos una ración adecuada y no agobiarnos por la comida en la mesa. ¿Pondremos en práctica estas técnicas a la hora de la verdad? 
Todo depende de vosotros, y aunque no sea así, habréis podido trabajar previamente vuestra ansiedad.

¡Felices fiestas!