En momentos de ansiedad en el TOC, uno necesita estar pendiente de lo que hace para tener la sensación de que se tiene el control total de la situación. Un buen ejemplo de esto sería cuando uno repasa varias veces que ha cerrado el gas o toca repetidamente algún objeto contando cuantas veces lo hace.

En este proceso, sobre todo si la ansiedad es elevada, se puede producir un fenómeno paradójico en el que la atención no se puede focalizar del todo en la tarea compulsiva y esto provoca más repeticiones para poder terminar la tarea “de manera adecuada”, según el proceso patológico del TOC.

Cuando repasamos, revisamos y repetimos hasta la extenuación, el cerebro se “desconecta” para protegernos, para avisarnos que lo que estamos haciendo no es necesario ni sano. Eso da como resultado una sensación de “pérdida de control”, o más bien, de “vacío”. Lo que en realidad sucede es que pueden aparecer pensamientos, imágenes o ideas que nada tienen que ver con lo que estamos haciendo, y eso hace que nos “distraigamos” de nuestro objetivo y provoca una gran frustración.

Este fenómeno es de lo más normal en todos nosotros. Pensemos por ejemplo en lo que pensamos mientras lavamos los platos, ponemos una lavadora o conducimos: suelen ser cosas banales, cotidianas o incluso fantasiosas, pero pocas veces tienen que ver directamente con la actividad que estamos realizando, y aún así hacemos bien todas esas acciones sin la necesidad de estar pendientes.

Cuando hacemos una actividad compulsiva dentro del TOC, la necesidad de realizarla de una manera determinada es tan imperiosa que se necesita focalizar la atención hasta el extremo para controlar cada uno de los pasos que se dan. Esta atención no puede mantenerse durante mucho tiempo, es prácticamente imposible, así que siempre se “cuela” algún pensamiento. En ese momento, la persona percibe que ha “perdido el hilo”, con lo que todo lo que ha hecho hasta ese momento no vale, porque la atención no se ha podido mantener hasta finalizar la tarea.

El “problema” de estas desconexiones, que son del todo normales y sanas, es que provocan más compulsiones (más repeticiones, más golpecitos, más toques, más comprobaciones) y supone una mayor elevación de la ansiedad.

Algo que puede fomentar esas nuevas compulsiones es la poco confianza que la persona tiene en sí misma, es decir, si hay un “parón” en la compulsión, la persona empieza a dudar de si lo ha hecho todo correctamente, pues no puede estar segura de ello porque un pensamiento se ha “colado” en su cabeza y no ha podido estar pendiente todo el tiempo. En realidad, esa obsesión por el control juega con la ansiedad y la necesidad de fijarse en los detalles.

Es muy raro que uno ponga la lavadora mal por no estar atento del todo a los pasos que da, o incluso que no llegue a su destino cuando va conduciendo porque el pensar en otras cosas hace que se desvíe del camino. Lo mismo pasa en estos procesos de compulsión: es muy improbable que los pasos no se sigan tal y como dicta el TOC, independientemente de que haya un pequeño despiste.

Lo que hay que tener claro es que cada vez que aparece un pensamiento aleatorio, que cada vez que se pierde esa atención hiperfocalizada, el cerebro está pidiendo una tregua y en realidad nos está protegiendo de algo que es patológico: escuchemos a nuestra cabeza y paremos.