El concepto de “autoestima” es uno de los más clásicos en la psicología popular. Se supone que todos tenemos una de ésas cosas pero no todos la tenemos “puesta a punto”. Tenerla baja supone no poder estar bien, y tenerla demasiado alta significa ser un ególatra. Lo ideal es tener una buena autoestima, pero eso muchas veces no es fácil de conseguir, o no se sabe exactamente lo que significa.

Conocer las propias limitaciones, las valías, las emociones y conseguir lo que uno desea sin dañar a los demás podría englobar una pequeña parte de lo que se denomina autoestima. Como vemos, el concepto es bastante complejo, y por eso es algo que no es sencillo trabajar en terapia, o al menos no hacerlo en pocas sesiones.

¿Cómo se mejora la autoestima? No existe una técnica concreta a aplicar y los terapeutas no siempre podemos resolver la situación tal y como querrían los pacientes.

La verdad es que sólo hay una forma de mejorar el autoconcepto, y es haciendo cosas. Conseguir retos, atreverse a cambiar o actuar en determinadas situaciones temidas puede hacer que uno mismo vea que es capaz. Ser capaz de hacer algo aumenta la autoestima, porque uno comprende su valía, algo que siempre ha estado ahí pero que no siempre se ha percibido tal y como es.

Las percepciones erróneas tienen mucho que ver con la forma de vernos a nosotros mismos de forma negativa. No siempre son las acciones que realizamos las que nos definen, sino que también entra en juego la manera que tenemos de pensarnos.

Por lo tanto observamos que no solo es lo que hacemos, sino lo que pensamos y lo que sentimos lo que determina nuestro autoconcepto. Esas deben ser las cosas que nos definan, pero uno de los errores más comunes es valorarnos en función de las valoraciones ajenas. Nos miramos a través de los ojos de los demás, algo que supone que no podamos alcanzar sus preferencias completamente en ningún caso, es decir, no siempre vamos a gustar a los otros, y por eso mismo siempre existirá un problema de autoestima al valorarnos de ésta manera.

Se debe aprender a ser seguro de uno mismo, para no caer en la comparación o la evaluación externa. Esto es algo complicado y que requiere tiempo en muchas personas, pero no es imposible. Ponerse unas metas realistas, valorar las cosas positivas del día a día y fijarnos en los retos que vamos superando es lo que va construyendo nuestra autoestima sana.

La persona que más nos debe importar es uno mismo, pues deberemos vivir con nosotros toda nuestra vida. Así que aprender a escuchar lo que nosotros queremos y lo que consideramos importante es fundamental para verse con una nueva mirada.