Escribir es fundamental. No solo para el aprendizaje neuro-cognitivo en la infancia, sino también cuando se es ya mayorcito. Por desgracia, no es algo que se suela hacer o promover.

De hecho, a no ser que uno se dedique a una profesión en la que redactar sea imprescindible, o se sea alguien al que le guste escribir per se, pocos adultos lo hacen asiduamente.

Expresarse es importante para poder exorcizar a los demonios internos (véase dudas, angustias, ansiedades, preocupaciones,..), y esto se puede hacer de muchas formas distintas: hablando, cantando, bailando, pintando, esculpiendo o escribiendo.

Escribir es terapéutico. A veces hay cosas que no podemos o queremos decir en voz alta (ni siquiera a solas), y es importante poder sacarlas de nuestra cabeza para que dejen de pesar tanto. Si probáis a coger una hoja de papel y un bolígrafo y apuntáis aquello que os angustia, obtendréis múltiples beneficios:

– Desangustiar. Porque plasmar una realidad incómoda en el folio es sacarla de tu cabeza (metafórica y realmente), cosa que hace que la ansiedad disminuya.

– Relativizar. Porque una vez está apuntado, nos daremos cuenta que en la mayoría de ocasiones ha dejado de tener tanta importancia.

– Encuadrar la realidad. Porque a veces las cosas más bizarras, hasta que no se apuntan, no deja de ser demasiado terroríficas.

Lo que escribimos no tiene por qué verlo nadie. Puede ser algo nuestro, íntimo, que ni siquiera nosotros mismos volvamos a leer (se recomienda que en casos de angustia elevada, los escritos no se repasen, simplemente se escriban). También puede ser una herramienta terapéutica que nos pida nuestro psicólogo para poder recabar más información. Pero sea como sea, poder darles forma de letras a esos sentimientos les hace menos fuertes.



Imaginad que tenéis la cabeza llena de frases, de palabras. Están todas formando un batiburrillo de letras enmarañadas y saturadas. Es un lío! A veces ya no sabemos ni por dónde empezar… A veces no sabemos ni lo que hay ahí dentro… Tenemos que ordenar un poco los pensamientos, ¿no? Pues imaginad que vais desenredando todo ese lío escribiendo: todas las palabras inconexas, los sentimientos angustiosos se van yendo de nuestra cabeza hacia el bolígrafo… se va vaciando la mente. No es, acaso, una sensación maravillosa? El solo hecho de poder escribir es ordenar la mente. Es ver la realidad de otra forma, es descansar.

Así que no dudéis en hacerlo cuando lo necesitéis. Ya me contaréis qué tal la experiencia 🙂