Los terapeutas somos los primeros que alentamos a los pacientes a que estén pendientes de sus síntomas, sus pensamientos, conducta, emociones, mejoras, etc., y eso aunque se hace por una buena razón, puede acabar resultando una pequeña trampa para ellos.

Estar en una terapia ya requiere un nivel de introspección bastante grande, por eso a veces es doloroso o complicado. Pero si además los psicólogos pedimos que los pacientes nos den un feedback sobre cómo se sienten, a muchos niveles, esto puede resultar agotador.

Generalmente, las personas no solemos fijarnos en lo que estamos pensando, de qué manera procesamos las cosas o cómo nos sentimos y por qué. Pero si esto es necesario para arreglar ciertos problemas, seguramente nuestra atención se centrará en todas estas cosas, y pueden darse errores de percepción. Con esto me refiero a que uno puede interpretar que está peor de lo que realmente está. Esto es así porque generalmente todos percibimos cosas extrañas pero no les damos mayor importancia…

Por ejemplo, un día uno puede despertarse un tanto apático y no pasa nada, porque con las tareas de la jornada ni se percibe que esa emoción está ahí. Una persona que está en terapia y a la que se le pide que analice cómo se siente, seguramente esa ligera apatía le llame la atención (aunque no tenga nada que ver con su malestar o el motivo de consulta) e incluso puede llegar a percibirla como un problema o a relacionarla con su patología. Si se centra más en ella, la apatía se puede convertir en tristeza, melancolía, o puede generar ansiedad.

Estos errores en el proceso de información interno se suelen dar en las primeras etapas del tratamiento y también en las últimas fases, donde el paciente sabe que ya está “bien” y que la terapia se va a terminar.

Dejar un proceso terapéutico puede resultar que el paciente entre en incertidumbre, ansiedad o miedos sobre cómo va a poder gestionar la vida a partir de ese momento, pese a que obviamente es capaz, por eso el terapeuta ha decidido dar el alta. Sea como sea, no es raro que en algunas personas haya una pequeña recidiva sin mayor importancia debido a esto. Precisamente esas incertidumbres o aumentos de ansiedad pueden analizarse de forma exagerada y por ese motivo el paciente puede presentar síntomas o estar preocupado.

Relativizar es la clave para que uno mismo no se tenga en cuenta ciertas cosas sin mayor importancia. Las dudas se tienen que aclarar en terapia, pero uno mismo tiene que entender que analizarse puede resultar en exagerar, y partiendo de esa base, muchas cosas pueden dejar de asustar si lo están haciendo.