La contención mecánica es una técnica que empezó a emplearse al inicio de la psiquiatría, es decir, hace siglos. De hecho, es una de las técnicas más paradigmáticas de la psiquiatría y es popularmente conocida por todo el mundo, incluso se vincula con la imagen del “loco” (véase, maniatado y en una habitación acolchada). A día de hoy, es una técnica empleada en varios recursos asistenciales y sanitarios (como psiquiátricos y residencias de ancianos o personas con deficiencias).

La contención mecánica consiste en inmovilizar al paciente, normalmente atándolo de manos y pies en una camilla o similar. La razón de que esto se haga es por “seguridad”, ya que privando al sujeto de sus movimientos, no se dañará a sí mismo ni a los demás.

En España no existe ninguna ley que regule el uso de la contención mecánica, y esto es gravísimo, porque muchos profesionales consideramos ésta técnica como altamente invasiva e incluso degradante para el que la sufre. En definitiva, la contención mecánica incapacita al paciente, reduce su autoestima y empeora la sintomatología en muchos casos. Porque imaginad que os atan a una cama y no os dejan moveros. No debe ser muy agradable.

La contención mecánica es cruel, simple y llanamente. Es por eso que algunos países de la unión europea ya han empezado a ilegalizar su uso y a poner en marcha protocolos para evitar que se use en psiquiátricos o geriátricos. Se ha podido comprobar que no usar la contención mecánica no empeora las crisis, sino todo lo contrario, porque hay alternativas a usar para los pacientes que se encuentran en un brote o en unidades de agudos.

Algunos profesionales (desde psiquiatras a enfermeros), justifican la contención mecánica como la única vía para controlar estados de crisis y para evitar que el paciente se autolesione. Y me pregunto: si hay alternativas a ésta práctica, ¿no será más bien, que estos profesionales la siguen usando por una cuestión de rigidez y por “comodidad”? Porque quizás es más fácil atar a un paciente y dejarle en un cuarto, que intentar relajarle y evitar que se autolesione de otras formas (dialogando, con ayuda de otros profesionales, con una medicación,…).

Como profesional he presenciado a pacientes sufriendo brotes violentos y por suerte, jamás hemos tenido que recurrir a ésta práctica (casi medieval, me gustaría añadir). Porque sí, lo repito una vez más: se puede tratar a agudos sin contención mecánica, y se debe abolir ésta práctica.

Con la ayuda de profesionales concienciados, de pacientes que han vivido ésta experiencia, y con las enseñanzas que nos pueden ofrecer otros países, nuestro Estado debería empezar a prohibir las prácticas vejatorias a nuestros pacientes y a los ancianos (que muchas veces se inmovilizan meramente por una cuestión de comodidad del personal, sin que haya motivo alguno).

Quizás deberíamos ponernos más en la piel del paciente que sufre una angustia tremenda, y lo único que hacemos es atarle y dejarle en una situación de vulnerabilidad y de miedo. Quizás deberíamos empezar a preguntar a éstos pacientes cómo viven la contención mecánica y así empezar a plantearnos qué otras cosas podemos hacer para ayudarles.