Este post no es sólo para los que ya estamos recuperados del TOC, sino para todos aquellos que siguen en la lucha. También es para los afectados de otras patologías que han vivido altibajos a lo largo de su proceso terapéutico.

Porque esto va de altibajos, como la vida misma. Seguro que vosotros habéis pasado días en los que os habéis sentido “mejor”, habéis notado que los síntomas no eran tan exacerbados como otras veces. Y es entonces cuando surge un pensamiento maravilloso que pocas veces sabemos usar: “¿cómo he podido hacer y pensar algunas cosas, si hoy me parecen completas chorradas?”.

Ese momento de claridad mental nos es muy útil, pero como digo, pocas veces lo aprovechamos como mejor nos conviene. Está muy bien ser conscientes de nuestros problemas, verlos como tal (distorsiones), en vez de cómo una verdad absoluta.

Imaginemos que un día, yendo por la calle, pisamos un pañuelo de papel e inmediatamente pensamos en: contagio, virus, muerte. Obviamente nos sentiremos fatal, pero al cabo de un tiempo ese miedo remitirá, e incluso podremos ver, en retrospectiva, que no había por qué alarmarse.

Y es ahí donde entra mi propuesta: si somos capaces de darnos cuenta de nuestros errores cognitivos en el pasado, ¿por qué no aprovechamos ese poder en prospectiva? Poder tener consciencia de las trampas mentales que nos causa la patología nos podría servir para prevenir, o más bien, para poder trabajar “en el momento” los futuros problemas derivados de nuestros síntomas.

La próxima vez que nos encontrásemos, por ejemplo, con otro pañuelo de papel en la calle y lo pisáramos, podríamos pensar “esto ya me ha pasado y he podido ver que no había por qué asustarse, me di cuenta de que esto es una distorsión, que no es real, por lo tanto no tengo por qué tener miedo ahora”.

Ideal, ¿verdad? Parece difícil y lo es. Trabajar en prospectiva, siendo conscientes al momento, es una meta en psicoterapia, y se suele ser capaz de hacer ese cambio de pensamiento “in situ” cuando comprendemos bien cómo funciona la patología y tenemos más herramientas para afrontarla.

No es sencillo aplicar esta técnica en todas las situaciones: habrá cosas más fáciles de trabajar, generalmente aquellas que hemos afrontado más veces y que nos causan un menor grado de ansiedad. Tampoco funciona siempre, pues no somos infalibles: factores como la ansiedad base que tenemos ese día, estado de ánimo, grado de malestar psíquico, etc., nos pueden influenciar para que no seamos capaces de hacer el “cambio cognitivo instantáneo”.

Otras veces nuestra cabeza no nos da para poder racionalizar, porque la ansiedad es muy alta. ¿Significa eso que no somos capaces de trabajar en esa situación en concreto? Pues no: en psicología pocas veces podemos generalizar, y en esta técnica, menos. Recordad que para que algo se mantenga en el tiempo y sea efectivo se tiene que repetir, repetir y repetir. Y si no nos sale, volver a intentarlo las veces que haga falta hasta que ese cambio de conducta o cognitivo se instaure.

No tengáis miedo (os veo venir), no penséis que os estáis arriesgando demasiado, que rechazar el miedo en algunas situaciones es exponerse a un peligro. Recordad que el peligro no es real. No os boicoteéis en el proceso terapéutico, sed valientes, las recompensas que vais a obtener valen la pena.