El estigma en salud mental promovido por los medios de comunicación es algo habitual. Ya sea por desconocimiento, poca ética profesional o, simplemente, por sensacionalismo, muchos periodistas etiquetan a criminales de enfermos mentales.

Algunas frases recurrentes usadas por informativos son: “estaba bajo tratamiento psiquiátrico”, “tenía una enfermedad mental” o “es un desequilibrado”.

Algunas veces, lo medios usan términos que se pueden confundir con el trastorno obsesivo compulsivo. Cuando todos teníamos “asumido” que las patologías peligrosas o sensibles a estar en criminales son la psicosis, la bipolaridad o trastornos de personalidad, últimamente ha aparecido una cierta correlación entre el TOC y las acciones violentas. Obviamente, todo lo dicho en éste último párrafo es falso, pero es lo que nos venden a diario.

Algunos talk show o noticiarios han catalogado a asesinos o violadores como “obsesivos” o como personas que tienen “conductas compulsivas”. Esto puede llevar a confundir los términos. Tener una obsesión o una conducta compulsiva no quiere decir que ésa persona que sufre éstos síntomas tenga un TOC. Uno puede actuar compulsivamente sin necesidad de que ésa compulsión esté ligada a un trastorno de ansiedad. Pensemos en un asesino en serie: mata compulsivamente, es decir, de forma pautada y serial, pero no significa que el señor tenga TOC (de hecho, es muy raro que un psicópata tenga ansiedad). El problema aparece cuando no se explican éstas diferencias.

Pero hay un problema mucho mayor: ligar de forma intencional el trastorno obsesivo compulsivo con conductas criminales. He llegado a ver en algún documental a un neuropsicólogo catalogando a pedófilos de personas con trastorno obsesivo compulsivo*.

Quizás es momento de pensar la responsabilidad social que tienen los profesionales de la salud mental que salen en televisión y catalogan, diagnostican y explican el comportamiento criminal de forma tan ligera.

Si un psiquiatra, un neurólogo o un psicólogo dicen de forma literal que un asesino es un enfermo mental, está bombardeando de estigma a todos aquellos afectados que están en sus casas viendo el programa. Está explicando a la sociedad que tener un trastorno mental te convierte en una persona peligrosa, violenta, aberrante. Está avisando que un trastornado es alguien a quien evitar y temer. Y todo eso es falso.

¿No habéis escuchado nunca eso de que “una golondrina no hace verano”? Una persona que tenga una depresión y estrelle un avión no convierte a todas las personas con depresión en potenciales asesinos. El problema es que las conductas criminales son muy vistosas. Son impactantes (venden), dejan una impronta mental en todos nosotros y tendemos a recordarese pequeño comentario hecho por un profesional (que debe saber mucho y se le debe creer) que cataloga al maleante de enfermo.

Los profesionales tenemos la obligación moral de educar a la sociedad, no de asustar o desinformar. Y la sociedad debe empezar a cuestionar las cosas que se dicen, y a lo mejor todos debemos empezar a cuestionar a algunos profesionales que hacen una correlación tan tácita e irrompible entre violencia y enfermedad mental.

 

*Me refiero a la serie documental “Tabú” de Jon Sistiaga.