Los pensamientos suelen aparecer en nuestra mente de forma constante, a lo largo de cualquier momento del día. No podemos evitar que eso suceda, y raramente podemos controlar el contenido de éstos pensamientos, pues muchas horas pensamos de forma inconsciente, no planificada.

Esto no supone ningún problema en la mayoría de ocasiones, pero empieza a serlo cuando el contenido de ésos pensamientos es negativo (incluso horrendo), obsesivo o amenazante para la propia autoestima.

Todos tenemos éste tipo de pensamientos, y pensar cosas extrañas o negativas no significa que tengamos una patología mental. Sin embargo, cuando estos pensamientos se vuelven muy constantes e intrusivos, seguramente tengamos algún problema a gestionar.

Resulta muy molesto tener la sensación de que uno está siendo bombardeado por  mensajes negativos o imágenes horrorosas constantemente. Además, es muy complicado “vaciar” la cabeza o no caer en el juego de dar vueltas a ése contenido.

Hay técnicas como la distracción o la parada de pensamiento (decirse a sí mismo “stop” cuando empieza la retahíla mental) que pueden funcionar, pero la experiencia nos dice que raramente son efectivas.

Lo importante es tener claro que, aunque pensar así es molesto, no significa gran cosa. Es decir, pensamientos hay miles, y contenido positivo o negativo puede aparecer en cualquier momento. Cuanta más importancia les demos a nuestros pensamientos, más poder tendrán sobre nosotros y más nos pueden afectar (volviéndonos obsesivos, haciéndonos sentir mal, etc.). La clave está en la aceptación.

Aceptar no es resignarse, sino conocer por qué aparecen esos pensamientos y no darles más importancia de la que tienen. En vez de intentar zafarnos de ellos, podemos intentar dejar que estén en mente hasta que poco a poco se vayan desvaneciendo. Visualizar que los pensamientos van navegando por nuestro particular río mental hará que nos resulte más fácil dejarlos marchar.

Aceptar también es reconocer que no es malo sentirse mal y que pensar en cosas horribles es propio de la naturaleza humana. Aceptando que eso es así, el contenido emocional que resulta de los pensamientos será más neutro, y nuestra autoestima no se verá tan afectada.